viernes, 28 de noviembre de 2008

Las guerras y el hombre

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Centro de la escultura.
A través de aviones, bombas.
El ombligo es similar a la cámara de gas.
Los brazos quieren acunar a un mundo devastado.

El escultor convive con sus miedos.
De a poco, cincel y vino.
Su esposa ya no lo toca.
Sus amigos dejaron de visitarlo.

Perfil ¾ izquierdo:
Los pómulos asoman como los amaneceres,
rojos de sangre
Los ojos traen esperanza como la Italia post-guerra.
La boca se abre al estilo alemán.

Extremidades:
Las rodillas se quiebran como el último dictador.
La antepierna, oculta como vietnamita.
Su sexo sutil denota engaño y violaciones.
La pelvis quiere sentir aunque sea algo de calor.

El martillo quiebra el talón,
esa es su cicatriz.
Sobre el altar, la guerra en el hombre.
El vaso ya vacío.
La obra que el mundo olvida, como el hambre.

F.V.

El pibe.

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El pibe que vive bajo la autopista, pobre, como su cachorro. Es molestado por el collie de pelaje brillante de darle comida buena, atado al viejo que está gordo de buena comida. Las manos sucias, la remera rota, las frutas podridas que ayer le dio el boliviano de la esquina. El collie huele, mueve la cola, salta. El viejo no se acerca para no manchar el traje por si la mujer lo encuentra sucio, ya lleva sucia la camisa de ensalada de fruta, pero no lo sabe. La otra mujer mea en la plazoleta bajo la autopista, el nene juega con palitos de helado y danoninos vacíos en el tacho de basura, que hace de arenero. El sol incomoda; al nene, que pasa la mano por toda su cara maquillándose de pobre. A la otra mujer, que mea y transpira con olor a meo. Al que duerme (el pibe) con resaca de vinos y hambre. Al cachorro, que moja al que duerme, con la lengua afuera, babeando. Al collie, que es alérgico al calor excesivo por ser raza pura, enfermizo. Al viejo, que el saco lo está cocinando y los calzoncillos, buenos y gruesos, le están apretando los huevos. A su mujer, que está en la terraza leyendo la viva, bronceándose las tetas porque las cosas en su país están bien.

F.V.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Critica a un Principio demasiado Finalista (por no decir determinista y fatalista)

Aclaración: Se reserva la infestada identidad que aquejaba a esta sola persona, cuyo principio desencadeno esta critica.

Tan solo como un muro solitario, erigido con los ladrillos de una famélica libertad y el adobe de mundos ya determinadamente pensados, se levanta ante una postmodernidad la imagen del hombre. Huérfano de una promiscua felicidad. Enfermo de duración, sucede cada día, gastando su contingencia con visiones de eternidad.

Un abismo de incertidumbre e indiferencia amanece en su pecho cada día. Cuando lo único que importa es tener y no el ser como se hace para justificar cada acto, cada pequeña ilusión, cada ínfimo deseo sin que este no se esfume en una perpetua realidad en la que todos vivimos marcando fronteras de diferencias con los otros. Diferencias que no hacen mas que asemejarnos mas. Tan solo nos reconocemos por las diferencias, tan solo nos percibimos por los lugares a los que tendemos entonces desde un eterno presente adoramos un futuro que siempre inalcanzablemente ya esta por llegar. Así es como nos negamos a nosotros mismos, así es como nos adoptamos entre tantas definiciones que vagan solitarias por las avenidas de la cultura. Diosa que se cierne sobre nosotros, cerrándonos los ojos al despertar.

La cuestión es saber como y cuando despertar, ya sea partir de ideas trascendentales o tan efímeras como una vida. A veces resultan un tanto ambiciosas las ideas trascendentales, lo cual es justificable dado su carácter pero la ambición esta subordinada a un ansia de poder que a veces olvida la particularidad que debe albergar todo principio universalista. Ya que lo universal se construye de particularidades, de persona por persona. Milímetro por milímetro de perspectivas y situaciones que no deben ser ignoradas, ni unificadas a partir de sistemas injustos o relativistas. Sino la capacidad de elección del ser humano termina quedando anulada así como también su responsabilidad ante dicha elección. Si bien los caminos a elegir no sean una opción para ninguno de nosotros ya que esos si quedan supeditados a la cultura, ideologías y valores regentes, la elección (por mas limitada que sea) puede aún decirse, es nuestra. Por eso en esta época de indiferencia y de tambaleantes verdades, es fundamental que el hombre crea, pero mas importante es que cree. Que sea antepuesta su existencia como ser único e irrepetible ante siglos de una esencia que tan solo lo almacenaba como una figurita repetida para la eternidad.

Mas que ideas trascendentales el hombre necesita albergar en si mismo la idea de trascendencia, albergar fe en su capacidades ilimitadas para crear y crearse. El mundo es el significado que nosotros hacemos de el, porque sino, es tan solo un gran circulo que gira a la derecha. Nosotros le damos el valor a las cosas, las cosas tan solo nos circulan como espirales hasta ser cazadas al vuelo en algún sentido. Que no tiene porque ser el único sentido.

Sin embargo creo que las ideas tanto del bien como del mal necesitan en cierta medida (que la mayoría de las veces no es la justa) de entidades metafísicas superiores para poder ser legitimadas porque sino carecerían de todo valor. Pero dichas entidades deber ser entendidas como razones del hombre para poder creer en un cierto destino, el cual no se cierne sobre el sino en el cual este pueda constituirse. Un destino a modo de herramienta, ya que la vida de por si carece de sentido por eso la importancia de que existan valores donde el hombre pueda significarse pero sobretodo para que pueda hacer de su vida una resignificación constante.

Debe existir un limite claro entre ideas trascendentales que le permitan al hombre trascenderse y reconstruirse en su contingencia e ideas trascendentales que le sirvan a la humanidad como disculpa ante su irresponsabilidad para con su destino, su pasado y su realidad. Las desigualdades sociales no pueden y deben jamás ser justificadas como cruces que debemos sobre nuestros hombros cargar.

Para concluir podría decirse que la nuestra es una época de decadencia, donde todo decae esplendorosamente en una extasiada onírica de celulares y computadoras, de corazones que laten al ritmo de ringtones de una profunda superficialidad. Somos náufragos de nosotros mismos, sombras de nuestra propia existencia, oscuridad de luna robándole al sol migajas de luz, desbordándonos en frascos de identidades vacías. Somos las respuestas a todas las preguntas y sin embargo elegimos ahogarnos en mares de culturas exportadas y necesidades innecesarias. Sin embargo a solo una pregunta de distancia esta la humanidad de si misma, a un solo interrogante que amanece en su horizonte cada día, cada época, cada ideología, y es: si realmente somos ó estamos aptos para ser humanos.


jueves, 13 de noviembre de 2008

Cóndor

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Las nubes hoy no suben.
Sobre las laderas viento, frio.
Tiempo de alimentos.
Hoy es un día especial.

La neblina dificulta mi búsqueda.
En lo mas bajo, una cabaña,
hombres cortando leña, perros.

Algunas corrientes tibias me elevan,
y en mis alas es tan tibio todo!...Descanso.
Dejo que un sol lejano me abrace,
pero es tiempo de alimentos.

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Su exudación, eso me llama.
Busco el mejor ángulo y momento.
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.......Está hecho.
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Mis garras ya se clavaron.
Mis pichones hoy no mueren.

F.V.

martes, 11 de noviembre de 2008

El baile

La oscuridad comienza a desvanecerse. Murmullos salvajes acompañan el despertar de un pueblo dormido, apagado quizás. La naturaleza continúa dando pincelazos sobre los techos de chapa que guardan el sueño campesino. Los haces de luz empiezan a develar, ora un establo, ora un estanque, iluminando al fin el rostro taciturno que acompaña la pava con su mirada. Envuelto en una pasividad envidiable arroja agua una y otra vez tomando lentamente.
El trabajo aguarda el brazo que sostiene el mate. Los ojos se posan en el horizonte del desierto apenas iluminado. Hasta que por fin los pasos guían el crujir de la madera. Toma el sombrero colgado en la puerta y bordea el rancho hacia el fondo. No hace caso de las gallinas que escapan del corral, ya habrá tiempo suficiente. Continúa decidido hacia el cobertizo, abre la puerta suavemente una vez que lo alcanza y revuelve la oscuridad con la mirada.
La entrada trasera ve escurrirse el rostro cuya pasividad no sólo se mantiene sino que aumenta a cada paso. La madera del interior no cruje, siente que camina sobre un lecho de almohadas. Atraviesa la cocina. Se detiene. Busca. Continúa decidido.
Se enfrenta a la última puerta. No se detiene. La abre lentamente. Esta vez no busca. Continúa. Se detiene. Apenas un resplandor, un reflejo, un susurro, una sabana. La sangre comienza a derramarse apenas perceptible sobre el camisón. La garganta respira unos instantes aún por una perfecta abertura que la cruza de oreja a oreja. Ambos rostros demuestran la misma impavidez.
El sombrero vuelve a pender de la puerta. El crujir de la madera lo guía hacia la silla. Toma el mate. Esta frío. Apoya la pava sobre el fuego y limpia detenidamente el facón en el pasto. Responde al saludo de José sin dar vuelta la cara.
- ¿Irá al baile esta noche don Segundo? Mire que hoy hay competencia, y la cosa se pone brava.
- Esta noche no falto compadre. Hoy amanecí de buenas. Digamé, ¿vino anoche a darle de comer a los potros?
- Como siempre compadre, ¡faltaba más! Sabe usted que los cuido como si fueran míos. ¿Estuvo carneando tan temprano?
- Al que madruga Dios lo ayuda hermano. Si está usted bueno después del baile me gustaría que se viniera para acá a compartir el aguardiente que traje de la capital.
- Con todo gusto don Segundo. ¿Quiere que traiga algo de carne?
- Faltaba más compadre. De eso me encargo yo.