jueves, 27 de agosto de 2009

Los Tipos

En este mundo categórico que descategorizando categoriza lo impredecible de lo predecible, lo inconsciente de lo conciente, lo azaroso de lo meramente calculado y la creación de la creencia, se ubican en un delgado horizonte dos tipos, un tipo que nace para ser amado y un tipo que nace para amar. Él y Ella...

Ella, princesa de cuentos navegando en un mar de mediocridad, peso de lágrimas en sus ojos, realidades como cicatrices en sus brazos empobrecidos de abrazos. Él, dueño de la autoridad del control, de tener una vida desplanificadamente planificada, de dolores reconciliados ya con el olvido, de recuerdos pesando ya en su destino, en su mañana. Él todo pasado desencantado en futuro. Ella eterno presente, pasado corrompido por la desrimación de su onírica con su realidad, de su memoria con la fragilidad de su inocencia. Él convencidamente desconvencido, ojos viles iluminados con la oscuridad de la pérdida, de un ser extrañado en su lejanía, confundido en su dédalo de encomios de significados, de avatares calmados con sus caricias de arbitrariedad. Ella, palabras como pestes negras, infectando su sin sentido, su precaria y virginal noción del amor, su ideal tan solo idealizable, de inimaginables imaginados, de inesperados esperados. El tan solo amado, tan acompañadamente solo, vagando por sus momentos desprovistos ya de instantes, desnudados en alusiones impotentes, débil de credulidad, trastornado de escepticidad. Ella amante, soledad solitariamente de acompañante, su vida, consumiciones de instantes, de ayeres como hoys para siempre, días efímeramente eternos, repetidos y agotados, consagrados y desexplicados; Culto a caídas deidades: él, alas desangradamente rotas, pies sepultados en un árido estéril, libertad esteparia amarrada al puerto de lo posible. Ella, vuelo, desvelo de noches, insomnio de sueños, de te amos impronunciables, piernas intrincadamente cerradas, pies afirmadamente desafirmados, libertad esperanzada de esclavidad, de dependencia narcótica. Él tristes definiciones de amor, pozos de viento, camas desbordadamente vacías. Ella indefinidas definiciones, hechizo de la insignificancia, peso de silencios en el pecho, fielmente leal, tan gritos inaudibles, tan cofres sin mapas para que se puedan encontrar. Él, tan solo, solo. Ella tan sola. Él, medio divinamente partido. Ella, mediana, partida desigualmente, sobras repartidas entre la vulgaridad y lo divulgado. Él celeste. Ella popular.
El popular. Ella celeste. Él rojo. Ella tan contrastadamente verde.
Ambos, dos, dos queriendo ser uno; el otro desconocido e insondable lado de la moneda, la pregunta ignorada de una respuesta, la vida desembocada en la parca, la parca tan longeva como ella. Una inseparablemente de la otra; Ambos emancipadamente partidos, descosidos del otro, inseparablemente separados. Ambos cortados por la vigilia, por las crines invisibles del destino. Por un debe, un ser mutilado. Por un no ser, un ser inteligible. Por un detalle, una soledad de prisiones y élitros rotos. Consumidos por los tipos. Ambos desvariando en razones por los callejones de lo inevitable. Por un tan solo él para todos sus momentos. Por un tan solo, ella para todos sus instantes...

Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura...

martes, 25 de agosto de 2009

La Tercera...Ella (fragmento) Diálogos de dos mitades sin mitad...

Segundo Encuentro

Él: ¿Hay una respuesta en cada pregunta? ¿En qué puerto muere la incertidumbre? La desgracia de la pregunta que jamás encuentra a su andrógina respuesta, donde mueren ¿quizá pueda también morir yo? ¿Despegarme de esta intolerable muerte que a los tan inocentes les gusta llamar vida? ¿De esta esclavitud que a lo más ciegos les gusta llamar libertad? Es que no tolero más la sordera, la intolerancia a los golpes de realidad que constantemente me azotan, y yo con tan solo deseos disfrazados de días de horas y segundos la combato. Es tan solo un pequeño ejército frente a un impiadoso dios injustamente enfrentándose. Es como contra el tiempo querer luchar, es como al conformismo quererle ganar. ¿Es realmente tan valiente combatir hasta que el tiempo lanza su estocada final? ¿Es realmente tan honorable tolerar estos escombros de existencia? ¿Esta vida que es todas las vidas? ¿Este nombre que es todos los nombres? ¿Este cuerpo que es todos los cuerpos? ¿Esta época que es todas las épocas? Esta esencia , naturaleza, o como mejor te parezca, ¿Para que? Pregunta tan fácil, la única respuesta que a este prolegómeno de muerte le pido (la vida), y la única respuesta que ni un corazón ni una razón pueden contestar.
Es que todo es tan efímero, tan fugaz, que la felicidad se me muere en cada lágrima, y la tristeza se me extingue en cada sonrisa. Y si este subibaja de emociones es todo lo que llamamos vida, entonces muerte por favor cuando quieras sos bienvenida. Ya no quiero saber más de esta infame e insultante conciencia, de este tumulto de recuerdos, de esta tempestad de sentimientos, no los quiero no los entiendo. ¿Para qué quiero sentimientos que solamente puedo conocer sufriendo su opuesto? ¿Para qué quiero lo eterno, si efímero es lo único que como humano puedo? ¿Para qué quiero la perfección, si secretamente esconde el conformismo extremo? ¿Para qué quiero amor, si se me muere cada vez que intento hacerlo cuerpo? Si nada fui y en nada me voy a convertir, el día que me muera en la memoria de los demás.
No soporto vivir conociendo mi inevitable final, es como leer una novela sabiendo como va terminar. Estar condenado a este cuerpo, atrapado en este pedazo de humanidad, en este laberinto de silencios, en este reflejo de espejo, en este aparato de emociones, que hace su mayor e insignificante esfuerzo por volver la abstracta realidad. ¿Realmente crees que hay algún destino esperando para llevarnos al lugar en el que siempre debimos estar? El destino es tan solo un poema para la realidad, una promesa para que las ilusiones mantengan colorido al ánimo. Nada existe, no es una cuestión ni de pasión ni de voluntad, ni de tiempo ni de esperanza. El que grita o el que calla en nada se diferencia, el héroe y el cobarde son exactamente la misma cosa, es tan solo la mirada inescrupulosa de nuestra necesidad de aspirar de trascender un poco más que esta subjetividad, es nuestra ambición de ser todo sin siquiera saber precisamente lo que todo es, pero firmemente convencidos que es el principal enemigo de la nada, lo que nos empuja a abusar de este “ser” expandiéndolo hasta el último resquicio de nuestra anatomía, desperdiciándola en pos de conocer a ese ser encerrado en nuestra caja de cristal, ¿Cuál es el uso, cuál es la necesidad? ¿Es tan vital saber quiénes somos? Buscar quiénes somos, es precisamente lo que nos termina por no ser, buscar entender quién soy, es porque en estos medios con los que los busco yo no soy, ¿para qué querría encontrar lo que soy, si ya lo soy? Pero si ya soy ajena a este cuerpo, si ya no soy, entonces otra vez y siempre este intolerable ¿Para qué? Para qué creernos que existimos, si ni siquiera somos, ni siquiera somos dueños de nuestro cuerpo, de nuestros actos, de nuestras aspiraciones, ni de nuestras ideologías, porque ellas tan solo se construyen de nuestra falsa conciencia , engañada constantemente por el soliloquio de la cultura, la cultura, la única diosa que seduce todas las artes, que domina todas las épocas y religiones, todos los indómitos caminos de la razón y todos los rincones de la opinión, la que dibuja nuestro reflejo en nuestros ojos, la que nos cuenta el cuento de la realidad. La que... (construye nuestras palabras, la que sentencia todos nuestros silencios)

Ella: Basta profesor, no puedo tolerarlo más, a mi corta edad, yo no puedo ser más que preguntas, mis venas tan solo se agitan con mis deseos, el mundo se desnuda ante mí con la más inocente simpleza, no torture esa simpleza con los años de sus palabras, las mías apenas están encontrando su significado, las suyas parecen suicidarse cada vez que con su infame retórica las clava en mi inocencia. Sus palabras... descubres mi virginidad de fracasos, de frustraciones y tristezas, que terminan por consumir la libertad de la infancia.

Él: Las palabras son cárceles de la realidad, prisioneras en ellas viven los sentimientos, hacen de lo único vulgar y popular, entretejen nuestra existencia, nuestra autenticidad en su mediocridad, me causan el mayor de los desprecios.


Tercer Encuentro

Ella: ¿Qué día es hoy profesor?

Él: Todos los días son el mismo día, el tiempo es tan solo una necesidad humana, nuestra manera de explicarnos que existimos, que somos algo, que fuimos, que seremos. El hombre necesita un futuro para poder sobrevivir al presente. Necesita un invierno para que haya un verano, necesita una guerra para que haya paz, necesita principio para que haya final, necesita el tiempo, para azotar en nuestra memoria el peso de los recuerdos

Cuarto Encuentro

Ella: Dígame, por favor, Profesor, ¿cuánto dura la felicidad? ¿Muere o nace en la mediocridad? ¿Empieza o termina en el conformismo? ¿Existe la felicidad sin tristeza, sin kilómetros de lágrimas, abriendo surcos en nuestras mejillas, en nuestras memorias? ¿Es posible una felicidad sin todo eso? ¿Sin el inevitable paso del tiempo? ¿Sin esta decena de segundos estrellándose contra mi humanidad? ¿Sin este cuarto oscuro de aspiraciones? ¿Sin este espejo de ilusiones? ¿Sin el miedo carcomiendo todos nuestros deseos? ¿Cuál es realmente la diferencia entre ser feliz y no serlo? ¿Qué peso le quita o le suma al alma cuando exilia de nuestro cuerpo, de este cuerpo, caja inalterable de emociones? Del medio de todos los pecados y el único de donde las manchas en la inocencia pueden ser lavadas.

Él: En la mediocridad en esa enfermedad crónica de los conformistas, ahí tiene su raíz la felicidad, ahí donde mueren las fantasías donde se termina el mundo de maravillas, ahí donde muere la infancia y nace la vida (Lo duda)

Ella: ¿Y qué hay de sentir? Eso es lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia de los animales.

El: ¿Por sentir? Animales políticos y sociales decía Aristóteles. Pero sentir, algunos pocos sienten, otros viven y otros se sobreviven. No te creas que sentir te hace estar más viva que un jazmín abriendo su capullo al mundo en plena primavera. ¿Qué es sentir al fin y al cabo? ¿Una lágrima, una risa, donde se encuentra el amor? ¿Donde se aloja el odio? ¿En qué parte del cuerpo se esconde el resentimiento? ¿En qué lugar pesa la culpa? Valles y montañas de recuerdos somos, de tardes de eneros y noches de primavera.
La diferencia con el hombre es que sabe que está, piensa que es y cuando siente, no es; porque sus medios mortales no le dejan espacio para cazar al vuelo lo abstracto y hacerlo carne y dejar de llamarlo “sentimiento”; ahí esta su gran problema.

Ella: Pero entonces es verdad, ¿el hombre es el único capaz de amar?

Él: No, el hombre no ama, se sobrevive amando, por instinto, por necesidad, tal como cualquier animal salvaje en la selva. Necesita las vendas, enroscarse en el preciado círculo de metal. Necesita el espejo para reflejarse, para recordarse que camina en esta tierra, que su reloj funciona, que es dueño de un segundo de la eternidad, de un décimo de sentido. Todos somos narcisos aquí, buscamos el agua para vernos en ella y ahogarnos por alguna buena causa. Necesitamos dar la vida por algo, por alguien porque por alguna extraña razón creemos que alguien nos la dio.

Ella: Es que alguien nos la dio, nuestros padres, Dios

El: Dios, ¿Dios? El sol que quemó a ÍCARO sus alas y lo ahogó en el mar. Ahogados, caídos, dando manotazos esperando que nos salve ¿no? Pero no, nuestras alas, él mismo las ha quemado, los días en el mismo día se han encerrado, el hombre en el mismo hombre se ha encarcelado. Nos hemos caído y aun todavía no hemos sentido los efectos del golpe, por eso Dios, por eso el sentido.

Ella: ¿Pero nuestro padres? Ellos nos crearon, ellos me enseñaron que la vida es un regalo, que...

Él: Crear, creer, bah, creyeron. Se justificaron sus actos animales con un amor que solo son cuatro letras, solo eso. Tu existencia es tan arbitraria como la mía, como la de todos. Existimos por casualidad y es el acto más sencillo e inexplicable que has de encontrar. Buscar razones es tan inútil como preguntarse por qué.

Ella: ¿Pero entonces qué soy? Carne, piel, ¿tan solo esto soy? Una escoria de huesos, una calamidad de recuerdos, tan efímera, tan mortal ¿Por qué es que entonces andamos todos persiguiendo la inmortalidad? ¿Por qué queremos a los sueños atrapar en realidad? si realidad somos. ¿Esta intolerable realidad soy nada más? ¿Por qué estos ríos de sangre corriendo por mis venas?

Él: Preguntas, preguntas. Porque el hombre no aprende, tal vez cuando deje de preguntarse...

Ella: ¿Y qué pasa si nunca deja de preguntarse? ¿Qué hago yo con todos estos relojes encerrando horas y minutos que me quedan por vivir?

Él: Sobrevívete, sigue viviendo, levántate a la mañana, cumple con Dios por las dudas. Estudia lo que tu conformismo dicte que te hace feliz, trabaja para llegar cansada a tu casa y dormir, dormir, llegar con tus alas de ÍCARO firme y desafiante al sol, libérate de estas escamas de humanidad, para luego despertar y caer otra vez ciega con los vendajes que suavemente la rutina pone en tus ojos.
Deja que tu instinto se vista en la celebración del matrimonio con ropajes de amor y durante el ritual de apareamiento consíguete tu lugar en la eternidad, repite tú también la historia: mortal, mediocre y conformista. Por más que trates de soltarte, las cadenas de la libertad te tendrán siempre atada. No somos absolutamente nada, una jaula de anatomía llamándose yo por el resto de la humanidad. En fin queda a tu entera disposición qué hacer con tu destino, aunque en realidad para todos sea el mismo.

Ella: ¿No existe la felicidad entonces? ¿No hay más que un destino para todos?
Yo creo que la felicidad puede abrir la puerta que separa la onírica de la vigilia, y creo que si es el punto máximo de conformismo que tenemos, pues porque todos somos conformistas, cuánto mejor entonces atraparla bajo el brazo del conformismo que solamente rozarla. Y si el destino es uno para todos y se encarga de elegir haciéndonos elegir, entonces es un cobarde porque disfraza de libertad todos sus designios, porque transforma en culpa todos sí tan solo es eso entonces ya no lo creo, no lo necesito, no lo tengo, no puedo tenerlo.

Él: No digas eso, el destino sí existe y en honor a las grandes leyes de nuestra época es igual de cruel e injusto para todos y... felices, felices solo son los que se han rendido al culto de la rutina, los que erigen altares y le besan los pies a la gran diosa de esos corderos, la monotonía. Cultura y monotonía, pan y circo ésa es la clave de la felicidad para toda su vida, para todo su instante.

Ella: Algunos al menos la encuentran en algún lugar.

Él: Algunos, pero en los suburbios más bajos del corazón.

Ella: la felicidad es rebelde y caprichosa, ella elige como encontrarnos, no nosotros a ella.

domingo, 23 de agosto de 2009

Crónica de un instante

Esa noche forzó nuevamente el azar. Tomó otro camino de regreso. No se encontraba en general con quienes no lo miraban. Eso no le causaba placer. Era más de condescender a los guiños, y de responder con gestos automáticos. Tal como quien finge sorpresa ante un regalo absurdo, era víctima y victimario de sus señales fallidas, de un destino inapropiado. Inapropiado en el sentido de impropio, del que claramente otro era dueño. Un actor de reparto o algún anti-héroe iluminado por ejemplo, pero nunca el suyo.
Mientras caminaba, se anticipaba a la distancia a ese que cruzaría. A quien carga con toda la potencia para detener su paso, o a ese de quien solo sería un instante: al extraño. Es la misma ansiedad repetida que no le permite medir la velocidad de la silueta, aunque sabe que se aproxima. De a poco, lo ve materializarse, contrastarse con las sombras.
Estaba cerca.
Había que aplicar algún recurso de la experiencia. Son segundos los que se ofrecen como suficientes para condensar gracia, fuego y presencia. Es una sola la chance que tiene el perfume de ser esencialmente irresistible.
Ya estaba al frente.
Su respiración definía sus límites de hombre. Incorruptibles rasgos que oficiaban de punto de fuga a todo el cuadro. No había mucho más que contemplar. Era momento de poner en marcha el ritual de búsqueda tantas veces ensayado. Resultaba increíble pensar que tanta energía podía verse consumada en un instante. En cambio, conocía las exigencias del magnetismo animal. Esa misma fuerza que acerca los océanos al cielo, podía ser igual de misericordiosa con sus intenciones.
Dos, uno, cero… menos uno.
La arquitectura sólida del vacío infructuoso. La rabia que se profana y vuelve temerosa al sepulcro. Surge el sentimiento caprichoso de una nueva transformación.