lunes, 22 de febrero de 2010

Carta de amor

Me es indispensable comunicarte por este medio esa noticia que hace tanto estás esperando. He descubierto en vos a mi amor ideal y sé que vos me correspondés y amás como jamás vas a amar a ninguna persona. Sin duda formamos una pareja hermosa. La eternidad juntos nunca rozaría el tedio. La realidad de cada mañana frente a frente sería una alegría que ni el paso desgastante de las décadas ni de los siglos podría corromper. Te amo y me amás, y el futuro podrá depararnos sorpresas, mas no el desvanecimiento de este noble sentimiento.
Lamentablemente no existo o quizás exista pero lejos de tu alcance. Las posibilidades de que nos encontremos son ínfimas; las de que logremos expresar con tanta claridad nuestro impulso lo es aun menor. Por eso necesitaba darte estas palabras, aunque fuera en forma anónima a través de este blog olvidado, único camino que hallé para llegar a vos. Mientras tanto te espero en un rincón lejano que jamás pisarás. Nuestro encuentro será maravilloso, como algo que no pasó, como algo inconcebible. Nuestro encuentro es algo inminente e impostergable. Tan solo nos falta paciencia… mucha paciencia, y abandonar las ansias de aprovecharlo para sumirnos en el letargo y soñar el uno con el otro en los sueños perfectos de noches imperfectas.
Que yo hoy cruce la barrera de nuestra distancia es prueba de la envergadura de este sentimiento inigualable. Nuestra sola copresencia no haría más que eclipsar algo tan fuerte. Si estuviéramos uno frente al otro, decirnos estas cosas sería algo cotidiano y mundano, y cualquier acto de cercanía sería de poca monta ante la fuerza de una declaración de estas características, capaz de llegar a donde no llegaré desde allí a donde nunca llegarás. Nuestro amor es lejanía, inútil es querer evitarlo. En nuestra ausencia radica el motor que nos lleva a amarnos. Si nos viéramos romperíamos el hechizo.
Te tendré siempre en mente y te atacaré en forma de llanto en tus noches de desesperación. Esa será la manera de demostrarnos amor, de demostrar que nos seguimos esperando, que nos seguimos necesitando; esa será la manera de mantenernos fieles por siempre.
Te amo.
Yo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Jugando a ser Platón

- Está bien. Supongamos por un momento que es como vos decís. La vida no tiene sentido, no te lleva a ningún lado, etc., etc., etcétera. Entonces dentro…no. Pero pará, ¿a qué te referís con que la vida no tiene sentido?
- Y a eso. ¿O vos acaso le encontrás sentido a todo esto? La monotonía del día a día, las trabas constantes en todos los ámbitos, que se yo. ¿O vos no te das cuenta acaso que la mayor parte del tiempo son puras dificultades y decepciones y la felicidad es lo más efímero de todo?
- Está bien, todo muy lindo. Todo eso ya me lo explicaste hasta el hartazgo. Pero yo te pregunté por el sentido. Estarás de acuerdo conmigo que si hablamos de sentido hablamos de dirección. ¿O no? Entonces, o hay un problema terminológico o vos no podés ver la obviedad del “sentido” de la vida. La vida tiene una sola dirección y es hacia delante, hacia un “fin” digamos, para no ponernos dramáticos con sustantivos aun más terminantes. La vida tiene una dirección, entonces tiene un sentido, ergo problema resuelto…pasemos a lo que sigue.
- No empecemos con boludeces. Claro que es obvia la dirección de la vida, pasa que te empecinás con la terminología. Estabas por explicar algo y te fuiste por ramas semánticas que no tienen nada que ver con la discusión.
- En primer lugar diría que más bien pragmáticas antes que semánticas. La vida la construís con palabras. ¿O me equivoco?
- …..
- Entonces todo es terminología, todo concepto, todo lenguaje. Luego todo lenguaje tiene sentido dentro de la vida. Y lo tiene porque la direcciona o la dirige, como vos prefieras. La cuestión es que no podemos discutir el sentido de la vida sin saber que entendemos por vida y por sentido y mucho menos que saben todos por vida y por sentido y hasta por concepto. La del concepto te la debo, ¿pero que entendés vos por vida?
- Que se yo, las vivencias humanas dentro de un periodo de tiempo determinado. Las experiencias entrelazadas en un momento determinado y a su vez respondiendo a un continuo orden cronológico.
- Básicamente la vida responde a un periodo de tiempo según vos. ¿Pero habría tiempo sin lenguaje? Es un concepto humano. ¿Te das cuenta a que me refería?
- Está bien, pero el hombre vive y muere biológicamente hablando más allá de que hallamos adoptado una determinada forma de medir el tiempo.
- Por fin llegamos al clímax! Surge un nuevo concepto y entonces una nueva pregunta…qué entendés vos por muerte?
- El término de la vida
- Puta, todo te parece tan simple??!! ¿No es también un miedo?
- Si
- ¿No es acaso un tema recurrente de la prensa, los estudios académicos de toda índole? ¿Un tema onírico inclusive?
- Realmente si
- ¿Entonces no es acaso algo más que el fin de un simple ciclo cronológico, biologico o como lo quieras llamar?
- ¿A donde se supone que vamos con todo esto?
- ¡¡Dios!! A que la muerte, además de ser un concepto claro está, es una realidad social. Bueno, si es que social y realidad pueden conjugarse positivamente.
- ¡¡¿Ahora me decís que no hay nada natural en la muerte??!!!
- No, claro que hay algo natural. Pero nosotros estamos debatiendo el sentido de la vida, o eso creo, y para llevar a cabo tal tarea tenemos que entender que el mismo se mide únicamente a partir de la muerte. Y obviamente a partir del concepto social de la misma y no del biológico. Creo que a esta altura de más está decir que todo concepto es social y ningún debate de esta naturaleza puede ser entendido ni a-histórica ni a-socialmente.
- Repito, ¿llegamos a algo con todo esto?
- Claro que si. El hecho es que lo que nosotros estamos caratulando de “vida” es un término relativo más. Y es así en tanto sólo puede ser significado a partir de la muerte. La vida tiene dirección hacia ella y a su vez adquiere sentido a partir de la misma. Si, lo desambigué, si es que existe la palabra. Y la mejor parte de todo esto es que desde hace demasiado tiempo atrás también generamos un concepto de la vida, la clasificamos y la moralizamos. Entonces hoy somos lo que se supone que debemos ser en un orden cronológico determinado. Hoy fraccionamos la vida de acuerdo a la muerte. Hoy adoptamos un guión, un estereotipo… una vida “socialmente aceptada” dirigida, direccionada, semantizada, a partir de un fin biológica y socialmente determinado. Hoy tenemos conciencia de ese fin y ese es seguramente nuestro peor error como humanos.

- ¿Y entonces?
- Y entonces estamos dentro…

sábado, 5 de septiembre de 2009

El alfarero

El horno de barro, ligeramente encendido, alzaba su sombra sobre la mesa de madera. Allí, entre moldes maltrechos por el uso agobiante, reposaban las figuras inacabadas, imperfectas aún. El taller mantenía, como cada mañana, un tono solemne.
La puerta cedió ante sus manos. Caminó. Exploró nuevamente la negrura apenas iluminada por el fulgor de las llamas, y observó con ternura paternal las pequeñas esculturas. Sabía que no disponía de tiempo suficiente, la materia se revelaba constantemente frente a sus manos. Aún así, estaba seguro de su inminente éxito.
Se acercó hacia la barra de herramientas inspeccionando una a la vez. Vaciló. Tomó una al fin. Frunció levemente el ceño y la dejó en su lugar. Se tornó a examinar las figuras y eligió una segunda con gran convicción. La mañana continuaba inundando la sala mientras el calor del horno aumentaba. El viento estaba ausente y sin embargo por su frente aún no corría una sola gota de sudor. La ansiedad había desaparecido hacía días.
Tras acercar la silla tomó suavemente la primera estatuilla. La observó detenidamente con una mueca grotesca en su rostro normalmente impasible y, mientras murmuraba las mismas palabras, se dio a la ardua tarea. Moldeaba incansablemente, cada vez con mayor decisión. Las herramientas bailaban entre sus dedos, ahora un brazo, ahora el otro, en cuestión de minutos la faena estaba a punto de ser terminada. Sus dedos ágiles y certeros agudizaban un tanto el pómulo, afinaban las cejas y disminuían el tamaño de los ojos. Sabía que las cabezas serían el trabajo más arduo y aún así el más gratificante y necesario. No había moldes para ellas, dependían exclusivamente de su genio creador.
Miraba por la ventana conjeturando detenidamente con su vista al cielo. Las figuras a su lado comenzaban a secarse con la leve brisa de la intemperie. Puestas en fila, todas de rodillas, alzaban sus brazos al cielo. Aferró la tabla con la tenaza y se dirigió al horno. El calor quizás fue lo que lo hizo percatarse del error. Se detuvo, suspiró aliviado y abandonó la tabla nuevamente en la mesa. Acarició la herramienta con melancolía antes de volverla a tomar. El encargo llegaba a su fin y la nostalgia ya se había apoderado de él.
Con sumo cuidado rellenó la abertura de sus bocas con la arcilla restante y se dio a la minuciosa tarea de cubrir los ojos sin dejar resquicio alguno. Aprovechó para disminuir aún más las orejas, dejando obviamente una leve abertura. Las introdujo al fin en el horno donde permanecerían un largo tiempo. Con pasos lentos caminó hacia la parte de atrás, tomó la cuerda expectante y la sacudió enérgico. El tronar de las campanadas nunca cesó.
Aún hoy se pueden ver, de rodillas sobre el estante, junto a la sotana manchada de arcilla y las herramientas cubiertas de polvo. Perfectamente moldeadas, han comenzado a mostrar profundas grietas.

jueves, 27 de agosto de 2009

Los Tipos

En este mundo categórico que descategorizando categoriza lo impredecible de lo predecible, lo inconsciente de lo conciente, lo azaroso de lo meramente calculado y la creación de la creencia, se ubican en un delgado horizonte dos tipos, un tipo que nace para ser amado y un tipo que nace para amar. Él y Ella...

Ella, princesa de cuentos navegando en un mar de mediocridad, peso de lágrimas en sus ojos, realidades como cicatrices en sus brazos empobrecidos de abrazos. Él, dueño de la autoridad del control, de tener una vida desplanificadamente planificada, de dolores reconciliados ya con el olvido, de recuerdos pesando ya en su destino, en su mañana. Él todo pasado desencantado en futuro. Ella eterno presente, pasado corrompido por la desrimación de su onírica con su realidad, de su memoria con la fragilidad de su inocencia. Él convencidamente desconvencido, ojos viles iluminados con la oscuridad de la pérdida, de un ser extrañado en su lejanía, confundido en su dédalo de encomios de significados, de avatares calmados con sus caricias de arbitrariedad. Ella, palabras como pestes negras, infectando su sin sentido, su precaria y virginal noción del amor, su ideal tan solo idealizable, de inimaginables imaginados, de inesperados esperados. El tan solo amado, tan acompañadamente solo, vagando por sus momentos desprovistos ya de instantes, desnudados en alusiones impotentes, débil de credulidad, trastornado de escepticidad. Ella amante, soledad solitariamente de acompañante, su vida, consumiciones de instantes, de ayeres como hoys para siempre, días efímeramente eternos, repetidos y agotados, consagrados y desexplicados; Culto a caídas deidades: él, alas desangradamente rotas, pies sepultados en un árido estéril, libertad esteparia amarrada al puerto de lo posible. Ella, vuelo, desvelo de noches, insomnio de sueños, de te amos impronunciables, piernas intrincadamente cerradas, pies afirmadamente desafirmados, libertad esperanzada de esclavidad, de dependencia narcótica. Él tristes definiciones de amor, pozos de viento, camas desbordadamente vacías. Ella indefinidas definiciones, hechizo de la insignificancia, peso de silencios en el pecho, fielmente leal, tan gritos inaudibles, tan cofres sin mapas para que se puedan encontrar. Él, tan solo, solo. Ella tan sola. Él, medio divinamente partido. Ella, mediana, partida desigualmente, sobras repartidas entre la vulgaridad y lo divulgado. Él celeste. Ella popular.
El popular. Ella celeste. Él rojo. Ella tan contrastadamente verde.
Ambos, dos, dos queriendo ser uno; el otro desconocido e insondable lado de la moneda, la pregunta ignorada de una respuesta, la vida desembocada en la parca, la parca tan longeva como ella. Una inseparablemente de la otra; Ambos emancipadamente partidos, descosidos del otro, inseparablemente separados. Ambos cortados por la vigilia, por las crines invisibles del destino. Por un debe, un ser mutilado. Por un no ser, un ser inteligible. Por un detalle, una soledad de prisiones y élitros rotos. Consumidos por los tipos. Ambos desvariando en razones por los callejones de lo inevitable. Por un tan solo él para todos sus momentos. Por un tan solo, ella para todos sus instantes...

Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura...

martes, 25 de agosto de 2009

La Tercera...Ella (fragmento) Diálogos de dos mitades sin mitad...

Segundo Encuentro

Él: ¿Hay una respuesta en cada pregunta? ¿En qué puerto muere la incertidumbre? La desgracia de la pregunta que jamás encuentra a su andrógina respuesta, donde mueren ¿quizá pueda también morir yo? ¿Despegarme de esta intolerable muerte que a los tan inocentes les gusta llamar vida? ¿De esta esclavitud que a lo más ciegos les gusta llamar libertad? Es que no tolero más la sordera, la intolerancia a los golpes de realidad que constantemente me azotan, y yo con tan solo deseos disfrazados de días de horas y segundos la combato. Es tan solo un pequeño ejército frente a un impiadoso dios injustamente enfrentándose. Es como contra el tiempo querer luchar, es como al conformismo quererle ganar. ¿Es realmente tan valiente combatir hasta que el tiempo lanza su estocada final? ¿Es realmente tan honorable tolerar estos escombros de existencia? ¿Esta vida que es todas las vidas? ¿Este nombre que es todos los nombres? ¿Este cuerpo que es todos los cuerpos? ¿Esta época que es todas las épocas? Esta esencia , naturaleza, o como mejor te parezca, ¿Para que? Pregunta tan fácil, la única respuesta que a este prolegómeno de muerte le pido (la vida), y la única respuesta que ni un corazón ni una razón pueden contestar.
Es que todo es tan efímero, tan fugaz, que la felicidad se me muere en cada lágrima, y la tristeza se me extingue en cada sonrisa. Y si este subibaja de emociones es todo lo que llamamos vida, entonces muerte por favor cuando quieras sos bienvenida. Ya no quiero saber más de esta infame e insultante conciencia, de este tumulto de recuerdos, de esta tempestad de sentimientos, no los quiero no los entiendo. ¿Para qué quiero sentimientos que solamente puedo conocer sufriendo su opuesto? ¿Para qué quiero lo eterno, si efímero es lo único que como humano puedo? ¿Para qué quiero la perfección, si secretamente esconde el conformismo extremo? ¿Para qué quiero amor, si se me muere cada vez que intento hacerlo cuerpo? Si nada fui y en nada me voy a convertir, el día que me muera en la memoria de los demás.
No soporto vivir conociendo mi inevitable final, es como leer una novela sabiendo como va terminar. Estar condenado a este cuerpo, atrapado en este pedazo de humanidad, en este laberinto de silencios, en este reflejo de espejo, en este aparato de emociones, que hace su mayor e insignificante esfuerzo por volver la abstracta realidad. ¿Realmente crees que hay algún destino esperando para llevarnos al lugar en el que siempre debimos estar? El destino es tan solo un poema para la realidad, una promesa para que las ilusiones mantengan colorido al ánimo. Nada existe, no es una cuestión ni de pasión ni de voluntad, ni de tiempo ni de esperanza. El que grita o el que calla en nada se diferencia, el héroe y el cobarde son exactamente la misma cosa, es tan solo la mirada inescrupulosa de nuestra necesidad de aspirar de trascender un poco más que esta subjetividad, es nuestra ambición de ser todo sin siquiera saber precisamente lo que todo es, pero firmemente convencidos que es el principal enemigo de la nada, lo que nos empuja a abusar de este “ser” expandiéndolo hasta el último resquicio de nuestra anatomía, desperdiciándola en pos de conocer a ese ser encerrado en nuestra caja de cristal, ¿Cuál es el uso, cuál es la necesidad? ¿Es tan vital saber quiénes somos? Buscar quiénes somos, es precisamente lo que nos termina por no ser, buscar entender quién soy, es porque en estos medios con los que los busco yo no soy, ¿para qué querría encontrar lo que soy, si ya lo soy? Pero si ya soy ajena a este cuerpo, si ya no soy, entonces otra vez y siempre este intolerable ¿Para qué? Para qué creernos que existimos, si ni siquiera somos, ni siquiera somos dueños de nuestro cuerpo, de nuestros actos, de nuestras aspiraciones, ni de nuestras ideologías, porque ellas tan solo se construyen de nuestra falsa conciencia , engañada constantemente por el soliloquio de la cultura, la cultura, la única diosa que seduce todas las artes, que domina todas las épocas y religiones, todos los indómitos caminos de la razón y todos los rincones de la opinión, la que dibuja nuestro reflejo en nuestros ojos, la que nos cuenta el cuento de la realidad. La que... (construye nuestras palabras, la que sentencia todos nuestros silencios)

Ella: Basta profesor, no puedo tolerarlo más, a mi corta edad, yo no puedo ser más que preguntas, mis venas tan solo se agitan con mis deseos, el mundo se desnuda ante mí con la más inocente simpleza, no torture esa simpleza con los años de sus palabras, las mías apenas están encontrando su significado, las suyas parecen suicidarse cada vez que con su infame retórica las clava en mi inocencia. Sus palabras... descubres mi virginidad de fracasos, de frustraciones y tristezas, que terminan por consumir la libertad de la infancia.

Él: Las palabras son cárceles de la realidad, prisioneras en ellas viven los sentimientos, hacen de lo único vulgar y popular, entretejen nuestra existencia, nuestra autenticidad en su mediocridad, me causan el mayor de los desprecios.


Tercer Encuentro

Ella: ¿Qué día es hoy profesor?

Él: Todos los días son el mismo día, el tiempo es tan solo una necesidad humana, nuestra manera de explicarnos que existimos, que somos algo, que fuimos, que seremos. El hombre necesita un futuro para poder sobrevivir al presente. Necesita un invierno para que haya un verano, necesita una guerra para que haya paz, necesita principio para que haya final, necesita el tiempo, para azotar en nuestra memoria el peso de los recuerdos

Cuarto Encuentro

Ella: Dígame, por favor, Profesor, ¿cuánto dura la felicidad? ¿Muere o nace en la mediocridad? ¿Empieza o termina en el conformismo? ¿Existe la felicidad sin tristeza, sin kilómetros de lágrimas, abriendo surcos en nuestras mejillas, en nuestras memorias? ¿Es posible una felicidad sin todo eso? ¿Sin el inevitable paso del tiempo? ¿Sin esta decena de segundos estrellándose contra mi humanidad? ¿Sin este cuarto oscuro de aspiraciones? ¿Sin este espejo de ilusiones? ¿Sin el miedo carcomiendo todos nuestros deseos? ¿Cuál es realmente la diferencia entre ser feliz y no serlo? ¿Qué peso le quita o le suma al alma cuando exilia de nuestro cuerpo, de este cuerpo, caja inalterable de emociones? Del medio de todos los pecados y el único de donde las manchas en la inocencia pueden ser lavadas.

Él: En la mediocridad en esa enfermedad crónica de los conformistas, ahí tiene su raíz la felicidad, ahí donde mueren las fantasías donde se termina el mundo de maravillas, ahí donde muere la infancia y nace la vida (Lo duda)

Ella: ¿Y qué hay de sentir? Eso es lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia de los animales.

El: ¿Por sentir? Animales políticos y sociales decía Aristóteles. Pero sentir, algunos pocos sienten, otros viven y otros se sobreviven. No te creas que sentir te hace estar más viva que un jazmín abriendo su capullo al mundo en plena primavera. ¿Qué es sentir al fin y al cabo? ¿Una lágrima, una risa, donde se encuentra el amor? ¿Donde se aloja el odio? ¿En qué parte del cuerpo se esconde el resentimiento? ¿En qué lugar pesa la culpa? Valles y montañas de recuerdos somos, de tardes de eneros y noches de primavera.
La diferencia con el hombre es que sabe que está, piensa que es y cuando siente, no es; porque sus medios mortales no le dejan espacio para cazar al vuelo lo abstracto y hacerlo carne y dejar de llamarlo “sentimiento”; ahí esta su gran problema.

Ella: Pero entonces es verdad, ¿el hombre es el único capaz de amar?

Él: No, el hombre no ama, se sobrevive amando, por instinto, por necesidad, tal como cualquier animal salvaje en la selva. Necesita las vendas, enroscarse en el preciado círculo de metal. Necesita el espejo para reflejarse, para recordarse que camina en esta tierra, que su reloj funciona, que es dueño de un segundo de la eternidad, de un décimo de sentido. Todos somos narcisos aquí, buscamos el agua para vernos en ella y ahogarnos por alguna buena causa. Necesitamos dar la vida por algo, por alguien porque por alguna extraña razón creemos que alguien nos la dio.

Ella: Es que alguien nos la dio, nuestros padres, Dios

El: Dios, ¿Dios? El sol que quemó a ÍCARO sus alas y lo ahogó en el mar. Ahogados, caídos, dando manotazos esperando que nos salve ¿no? Pero no, nuestras alas, él mismo las ha quemado, los días en el mismo día se han encerrado, el hombre en el mismo hombre se ha encarcelado. Nos hemos caído y aun todavía no hemos sentido los efectos del golpe, por eso Dios, por eso el sentido.

Ella: ¿Pero nuestro padres? Ellos nos crearon, ellos me enseñaron que la vida es un regalo, que...

Él: Crear, creer, bah, creyeron. Se justificaron sus actos animales con un amor que solo son cuatro letras, solo eso. Tu existencia es tan arbitraria como la mía, como la de todos. Existimos por casualidad y es el acto más sencillo e inexplicable que has de encontrar. Buscar razones es tan inútil como preguntarse por qué.

Ella: ¿Pero entonces qué soy? Carne, piel, ¿tan solo esto soy? Una escoria de huesos, una calamidad de recuerdos, tan efímera, tan mortal ¿Por qué es que entonces andamos todos persiguiendo la inmortalidad? ¿Por qué queremos a los sueños atrapar en realidad? si realidad somos. ¿Esta intolerable realidad soy nada más? ¿Por qué estos ríos de sangre corriendo por mis venas?

Él: Preguntas, preguntas. Porque el hombre no aprende, tal vez cuando deje de preguntarse...

Ella: ¿Y qué pasa si nunca deja de preguntarse? ¿Qué hago yo con todos estos relojes encerrando horas y minutos que me quedan por vivir?

Él: Sobrevívete, sigue viviendo, levántate a la mañana, cumple con Dios por las dudas. Estudia lo que tu conformismo dicte que te hace feliz, trabaja para llegar cansada a tu casa y dormir, dormir, llegar con tus alas de ÍCARO firme y desafiante al sol, libérate de estas escamas de humanidad, para luego despertar y caer otra vez ciega con los vendajes que suavemente la rutina pone en tus ojos.
Deja que tu instinto se vista en la celebración del matrimonio con ropajes de amor y durante el ritual de apareamiento consíguete tu lugar en la eternidad, repite tú también la historia: mortal, mediocre y conformista. Por más que trates de soltarte, las cadenas de la libertad te tendrán siempre atada. No somos absolutamente nada, una jaula de anatomía llamándose yo por el resto de la humanidad. En fin queda a tu entera disposición qué hacer con tu destino, aunque en realidad para todos sea el mismo.

Ella: ¿No existe la felicidad entonces? ¿No hay más que un destino para todos?
Yo creo que la felicidad puede abrir la puerta que separa la onírica de la vigilia, y creo que si es el punto máximo de conformismo que tenemos, pues porque todos somos conformistas, cuánto mejor entonces atraparla bajo el brazo del conformismo que solamente rozarla. Y si el destino es uno para todos y se encarga de elegir haciéndonos elegir, entonces es un cobarde porque disfraza de libertad todos sus designios, porque transforma en culpa todos sí tan solo es eso entonces ya no lo creo, no lo necesito, no lo tengo, no puedo tenerlo.

Él: No digas eso, el destino sí existe y en honor a las grandes leyes de nuestra época es igual de cruel e injusto para todos y... felices, felices solo son los que se han rendido al culto de la rutina, los que erigen altares y le besan los pies a la gran diosa de esos corderos, la monotonía. Cultura y monotonía, pan y circo ésa es la clave de la felicidad para toda su vida, para todo su instante.

Ella: Algunos al menos la encuentran en algún lugar.

Él: Algunos, pero en los suburbios más bajos del corazón.

Ella: la felicidad es rebelde y caprichosa, ella elige como encontrarnos, no nosotros a ella.

domingo, 23 de agosto de 2009

Crónica de un instante

Esa noche forzó nuevamente el azar. Tomó otro camino de regreso. No se encontraba en general con quienes no lo miraban. Eso no le causaba placer. Era más de condescender a los guiños, y de responder con gestos automáticos. Tal como quien finge sorpresa ante un regalo absurdo, era víctima y victimario de sus señales fallidas, de un destino inapropiado. Inapropiado en el sentido de impropio, del que claramente otro era dueño. Un actor de reparto o algún anti-héroe iluminado por ejemplo, pero nunca el suyo.
Mientras caminaba, se anticipaba a la distancia a ese que cruzaría. A quien carga con toda la potencia para detener su paso, o a ese de quien solo sería un instante: al extraño. Es la misma ansiedad repetida que no le permite medir la velocidad de la silueta, aunque sabe que se aproxima. De a poco, lo ve materializarse, contrastarse con las sombras.
Estaba cerca.
Había que aplicar algún recurso de la experiencia. Son segundos los que se ofrecen como suficientes para condensar gracia, fuego y presencia. Es una sola la chance que tiene el perfume de ser esencialmente irresistible.
Ya estaba al frente.
Su respiración definía sus límites de hombre. Incorruptibles rasgos que oficiaban de punto de fuga a todo el cuadro. No había mucho más que contemplar. Era momento de poner en marcha el ritual de búsqueda tantas veces ensayado. Resultaba increíble pensar que tanta energía podía verse consumada en un instante. En cambio, conocía las exigencias del magnetismo animal. Esa misma fuerza que acerca los océanos al cielo, podía ser igual de misericordiosa con sus intenciones.
Dos, uno, cero… menos uno.
La arquitectura sólida del vacío infructuoso. La rabia que se profana y vuelve temerosa al sepulcro. Surge el sentimiento caprichoso de una nueva transformación.

lunes, 20 de julio de 2009

Noticias de Niagrenta

HOY: LOS CORRECOLECTIVOS

Tomar, Esperar, carentes de esta nocion, estos personajes que pueden verse en cualquier esquina con cartelitos que indiquen una conjuncion numérica tal como 51, 12, 98, 37, pero sobretodo uno, numero maravilloso si lo hay les han inculcado. Uno porque es unico, uno porque es el que viene, uno porque en su multiplicidad siempre sigue siendo uno. Ellos añoran este preciado colectivo que solo viene de aveces cuando no lo ves cuando no lo esperas, cuando el colectivo que viene no era el mismo que tanto tarda o esperabas.
Los correcolectivos lo buscan por cada rincon de la ciudad desde callao hasta puerreydon, de independencia a cordoba y asi asi. Buscan ese colectivo de destino divino, ese colectivo de tarifa unica, de precio justo y recorrido destinado.
Los correcolectivos son faciles de identificar siempre van apurados, siempre atras de algo, siempre corriendo, siempre tras uno, siempre por llegar.
Los Correcolectivos siempre desesperan, jamas en la parada correcta, jamas en un segundo inmovil, todo en ellos es tiempo, movilidad, derretida y alterada movilidad
Los flancos de sus ojos ya no distinguen figuras, ya no distinguen veranos ni inviernos, cuando se corre el cuerpo pierde su sensibilidad, ya no escuchan el ruido de las hojas bajo sus pies cuando es otoño, ni el petalo de una rosa cuando es primavera.
Aclaración
No confundir, ser correcolectivo es una actividad unica, la eligen todos, la ignoran pocos. Los correcolectivos se tropiezan en cada esquina, chocan con aquellas figuran que antes le resultaban otra cosa, que ya no se recuerdan, los correcolectivos corren para encontrar y encuentran se suben se van y ya nadie sabe de ellos, que fue que fueron, que sera, igual siempre habra otro correcolectivo con el que tropezar, Actividad más peligrosa no puede haber, por eso yo siempre eligo tomarme el tren