viernes, 18 de septiembre de 2009

Jugando a ser Platón

- Está bien. Supongamos por un momento que es como vos decís. La vida no tiene sentido, no te lleva a ningún lado, etc., etc., etcétera. Entonces dentro…no. Pero pará, ¿a qué te referís con que la vida no tiene sentido?
- Y a eso. ¿O vos acaso le encontrás sentido a todo esto? La monotonía del día a día, las trabas constantes en todos los ámbitos, que se yo. ¿O vos no te das cuenta acaso que la mayor parte del tiempo son puras dificultades y decepciones y la felicidad es lo más efímero de todo?
- Está bien, todo muy lindo. Todo eso ya me lo explicaste hasta el hartazgo. Pero yo te pregunté por el sentido. Estarás de acuerdo conmigo que si hablamos de sentido hablamos de dirección. ¿O no? Entonces, o hay un problema terminológico o vos no podés ver la obviedad del “sentido” de la vida. La vida tiene una sola dirección y es hacia delante, hacia un “fin” digamos, para no ponernos dramáticos con sustantivos aun más terminantes. La vida tiene una dirección, entonces tiene un sentido, ergo problema resuelto…pasemos a lo que sigue.
- No empecemos con boludeces. Claro que es obvia la dirección de la vida, pasa que te empecinás con la terminología. Estabas por explicar algo y te fuiste por ramas semánticas que no tienen nada que ver con la discusión.
- En primer lugar diría que más bien pragmáticas antes que semánticas. La vida la construís con palabras. ¿O me equivoco?
- …..
- Entonces todo es terminología, todo concepto, todo lenguaje. Luego todo lenguaje tiene sentido dentro de la vida. Y lo tiene porque la direcciona o la dirige, como vos prefieras. La cuestión es que no podemos discutir el sentido de la vida sin saber que entendemos por vida y por sentido y mucho menos que saben todos por vida y por sentido y hasta por concepto. La del concepto te la debo, ¿pero que entendés vos por vida?
- Que se yo, las vivencias humanas dentro de un periodo de tiempo determinado. Las experiencias entrelazadas en un momento determinado y a su vez respondiendo a un continuo orden cronológico.
- Básicamente la vida responde a un periodo de tiempo según vos. ¿Pero habría tiempo sin lenguaje? Es un concepto humano. ¿Te das cuenta a que me refería?
- Está bien, pero el hombre vive y muere biológicamente hablando más allá de que hallamos adoptado una determinada forma de medir el tiempo.
- Por fin llegamos al clímax! Surge un nuevo concepto y entonces una nueva pregunta…qué entendés vos por muerte?
- El término de la vida
- Puta, todo te parece tan simple??!! ¿No es también un miedo?
- Si
- ¿No es acaso un tema recurrente de la prensa, los estudios académicos de toda índole? ¿Un tema onírico inclusive?
- Realmente si
- ¿Entonces no es acaso algo más que el fin de un simple ciclo cronológico, biologico o como lo quieras llamar?
- ¿A donde se supone que vamos con todo esto?
- ¡¡Dios!! A que la muerte, además de ser un concepto claro está, es una realidad social. Bueno, si es que social y realidad pueden conjugarse positivamente.
- ¡¡¿Ahora me decís que no hay nada natural en la muerte??!!!
- No, claro que hay algo natural. Pero nosotros estamos debatiendo el sentido de la vida, o eso creo, y para llevar a cabo tal tarea tenemos que entender que el mismo se mide únicamente a partir de la muerte. Y obviamente a partir del concepto social de la misma y no del biológico. Creo que a esta altura de más está decir que todo concepto es social y ningún debate de esta naturaleza puede ser entendido ni a-histórica ni a-socialmente.
- Repito, ¿llegamos a algo con todo esto?
- Claro que si. El hecho es que lo que nosotros estamos caratulando de “vida” es un término relativo más. Y es así en tanto sólo puede ser significado a partir de la muerte. La vida tiene dirección hacia ella y a su vez adquiere sentido a partir de la misma. Si, lo desambigué, si es que existe la palabra. Y la mejor parte de todo esto es que desde hace demasiado tiempo atrás también generamos un concepto de la vida, la clasificamos y la moralizamos. Entonces hoy somos lo que se supone que debemos ser en un orden cronológico determinado. Hoy fraccionamos la vida de acuerdo a la muerte. Hoy adoptamos un guión, un estereotipo… una vida “socialmente aceptada” dirigida, direccionada, semantizada, a partir de un fin biológica y socialmente determinado. Hoy tenemos conciencia de ese fin y ese es seguramente nuestro peor error como humanos.

- ¿Y entonces?
- Y entonces estamos dentro…

1 comentario:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Realmente me pareció excelente. Para Schiller hay dos tipos de poesía (entiéndase por poesía un tipo cualquiera de ejercicio literario). El ingenuo y el sentimental. El ingenuo recorre a los griegos hasta Goethe por lo menos. Parte de una inspiración momentánea, de hombres insanos como decía Platón, en relación directa del hombre con su medio, al punto que el hombre ejercía de vehículo de lo natural y podía con su arte hacer mímesis con la naturaleza, no porque la imitara sino porque ella estaba en él, en su cosmovisión. Podría tentativamente decir que Platón participaría de esto (de ahí por ejemplo que las ideas en él vengan naturalmente del mundo de las ideas, no son constructos sociales). El sentimental al contrario parte de la contradicción del hombre con la naturaleza. El hombre se ha fragmentado, ya no tiene una identidad natural con los demás. Se ha perdido el acuerdo, la cosmovisión compartida. La falta de unidad invita a la reflexión más que a la indagación. El texto toma todo el estilo dialogístico y Socrático de Platón y lo reescribe, a mi opinión, a un modo de poesía sentimental, más acorde al nuevo tiempo de fragmentación moderno. Creo que está muy bien logrado. Ni hablar de lo bien organizado que está el diálogo, los argumentos, y la construcción de los dos interlocutores. Además si bien tiene una carga lógica y filosófica que es necesario seguir atentamente, está escrito de manera amena, fácil, oral. Últimamente hay textos en este blog que por su barroquismo no son, independientemente de lo que expresen, amables con el lector. Este hace el camino inverso. Creo que es otra de las cosas para destacarle. Me gustó mucho.
Fernando