En este mundo categórico que descategorizando categoriza lo impredecible de lo predecible, lo inconsciente de lo conciente, lo azaroso de lo meramente calculado y la creación de la creencia, se ubican en un delgado horizonte dos tipos, un tipo que nace para ser amado y un tipo que nace para amar. Él y Ella...
Ella, princesa de cuentos navegando en un mar de mediocridad, peso de lágrimas en sus ojos, realidades como cicatrices en sus brazos empobrecidos de abrazos. Él, dueño de la autoridad del control, de tener una vida desplanificadamente planificada, de dolores reconciliados ya con el olvido, de recuerdos pesando ya en su destino, en su mañana. Él todo pasado desencantado en futuro. Ella eterno presente, pasado corrompido por la desrimación de su onírica con su realidad, de su memoria con la fragilidad de su inocencia. Él convencidamente desconvencido, ojos viles iluminados con la oscuridad de la pérdida, de un ser extrañado en su lejanía, confundido en su dédalo de encomios de significados, de avatares calmados con sus caricias de arbitrariedad. Ella, palabras como pestes negras, infectando su sin sentido, su precaria y virginal noción del amor, su ideal tan solo idealizable, de inimaginables imaginados, de inesperados esperados. El tan solo amado, tan acompañadamente solo, vagando por sus momentos desprovistos ya de instantes, desnudados en alusiones impotentes, débil de credulidad, trastornado de escepticidad. Ella amante, soledad solitariamente de acompañante, su vida, consumiciones de instantes, de ayeres como hoys para siempre, días efímeramente eternos, repetidos y agotados, consagrados y desexplicados; Culto a caídas deidades: él, alas desangradamente rotas, pies sepultados en un árido estéril, libertad esteparia amarrada al puerto de lo posible. Ella, vuelo, desvelo de noches, insomnio de sueños, de te amos impronunciables, piernas intrincadamente cerradas, pies afirmadamente desafirmados, libertad esperanzada de esclavidad, de dependencia narcótica. Él tristes definiciones de amor, pozos de viento, camas desbordadamente vacías. Ella indefinidas definiciones, hechizo de la insignificancia, peso de silencios en el pecho, fielmente leal, tan gritos inaudibles, tan cofres sin mapas para que se puedan encontrar. Él, tan solo, solo. Ella tan sola. Él, medio divinamente partido. Ella, mediana, partida desigualmente, sobras repartidas entre la vulgaridad y lo divulgado. Él celeste. Ella popular.
El popular. Ella celeste. Él rojo. Ella tan contrastadamente verde.
Ambos, dos, dos queriendo ser uno; el otro desconocido e insondable lado de la moneda, la pregunta ignorada de una respuesta, la vida desembocada en la parca, la parca tan longeva como ella. Una inseparablemente de la otra; Ambos emancipadamente partidos, descosidos del otro, inseparablemente separados. Ambos cortados por la vigilia, por las crines invisibles del destino. Por un debe, un ser mutilado. Por un no ser, un ser inteligible. Por un detalle, una soledad de prisiones y élitros rotos. Consumidos por los tipos. Ambos desvariando en razones por los callejones de lo inevitable. Por un tan solo él para todos sus momentos. Por un tan solo, ella para todos sus instantes...
Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura...
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1 comentario:
Colectivo textual..he llegado por casualidad a su página y he escuchado en su voz...fragmentos de la mia ...he tomado un colectivo sin destino... y cai en un nuevo jardin...el suyo...que tiene mis mismas incertidumbres ( al menso similares).
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