A mi amante:
No se trata de una coexistencia, de una reciprocidad, de entendimiento mutuo. Claro que no es eso. Es una especie de delirio racional que idiotiza, nos vela, transfigura la visión. No es que no este enamorado de ti, el problema radica en que ya no creo en el amor. O por lo menos no como vos lo entendes. Creo en el egoísmo del hombre, en su ansia de poder, de dominio, en su natural hipocresía. El hombre sincero es el Mito por excelencia que mantiene la sociedad estable.
El único propósito de esta carta es hablarte por vez primera sin mascaras, sin el entramado de ilusiones que creo a diario contigo, con todos ellos. Lamentablemente ya no conmigo mismo, o quizás ya no en el mismo grado. Si he elegido este medio para hacerlo es porque frente a ti bastaría mi rostro para mentirte una vez más. No es que todo haya sido precisamente una mentira pero todos aquellos hermosos momentos, las palabras mas acogedoras, forman parte de una memoria ficticia, clasificadora. Una memoria que me engaña incluso a mi mismo.
Nunca mi vida dependió de vos, así como la tuya nunca de mí. Sólo fuiste una función. Un mero elemento dentro de mi entramado ilusorio. Nunca fui feliz cuando vos lo fuiste, solo cuando llenabas mi vació de infelicidad. Tu llanto podía lograrlo de hecho. No trato de decir que nunca me importaste, simplemente que lo hacías en la medida que complementabas aquello que el interés en mi mismo demandaba.
No me culpes por estas palabras. Me odio por esto así como también te odio a ti. El hombre es un ser que no merece mas que el odio. No somos más que un montón de artistas dedicados más a la conservación de su imagen que a su trabajo. Y talvez ese sea realmente nuestro talento, el engaño. La creación constante de múltiples sujetos en donde el verdadero ser pueda mantenerse resguardado.
No creo que puedas entenderme. Seguramente ya estarás llorando desconsolada entre las sabanas o bien quemando este papel con indiferencia, no lo se. Pero quiero que trates de entender esto: cuanto mas crece el amor, la felicidad, las utopías y tantos otros analgésicos, más rápida es la muerte del verdadero hombre. Y es lo único que quiero agradecerte hoy, en este final. Gracias por ayudarme a morir.
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