sábado, 14 de junio de 2008

Diario de guerra

Me desperté sobresaltado. El sudor me recorría por todos lados. Sabía que no podía ser él. No, estaba en su lugar. Sin embargo no pude evitar pensar en ello el resto de la noche hasta que el sueño logro vencerme. Las pesadillas me abandonaron esa noche.
Mi intranquilidad fue creciendo con el correr de los días. Sentía que el estado de paz había por fin cedido. La idea de tomar alguna de mis cosas de su lugar me aterraba. Había dejado de ser una línea imaginaria. Si, estoy seguro que el límite había sido transgredido. Ya no me encuentro solo, él está ahí, presente en todo momento. Puedo oírlo hurgando entre mis cosas, o por lo menos entre las que solían ser mías. Puedo sentirlo en la noche, expectante, vigilándome en silencio.
Ya no recuerdo cuando fue la última vez que cerré los ojos. Me acerco cauteloso en la mañana hacia la frontera que el escritorio dibuja, tratando de descubrir sus intenciones. Lo busco por encima de la maquina de escribir en un vano esfuerzo por ver lo que sus ojos revelan. Noche tras noche planificando mi ataque. Cartografiando en mi mente el campo de batalla. Escudriñando los muebles entre la sombra prediciendo su inminente ofensiva.
Ya no somos indiferentes, dejamos de ser el otro. Su insoportable paciencia es cautivadora.
Lo onírico ha dejado de formar parte de mi memoria. Camino frenéticamente dando círculos sobre mi mismo. Pero mi espacio ya no esta intacto, en que momento me transforme en el huésped, en el mero visitante?
La paranoia comienza a apoderarse de mí. Si, puedo ser conciente de ello. Mi mente, mi cuerpo, ya no son los mismos. Talvez sea hora de irme.
No soportaba la idea de su triunfo, no podía irme así sin más. Qué era lo que pretendía? Porqué demonios no me iba y lo dejaba allí? Cuando dejó de depender de mí? Cuando pase yo a depender de él? No lo se. Afortunadamente se acerca el final. Puedo sentir su respiración al borde de mi cama. Las paredes comienzan a cerrarse sobre mí. Sus frías manos acarician mis piernas, no necesita una sola palabra. Mi cuerpo desnudo parece hundirse entre las almohadas.
Si tan solo lo hubiera escuchado antes de levantar el muro.

1 comentario:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Me gusta esta idea del enemigo en permanente acecho, paciente, vigilante. El enemigo en tiempos de paz, disperso en lo propio. El otro que me observa con mis ojos y muy a pesar mío me habita. La pesadilla del paranoico atrincherado y en estado de permanente observación. En qué momento me transformé en el huesped, imposible saberlo. Está bueno, aunque creo que lo podrías trabajar mucho más.
M.