viernes, 22 de agosto de 2008

Historia de una silla y una puerta

Hoy (o mejor aún, un día) estaba sentado en mi escritorio cuando me ocurrió algo extraño. Unas pocas aclaraciones topográficas previas: mi escritorio está al lado de la puerta de mi habitación; siempre mudándose de un lado a otro hay una sillita muy bajita que acaso fue útil en mi infancia y en la de mis hermanos pero que ahora se ha transformado básicamente en un guardarropa; por detrás de mí, el sol. En realidad este último detalle no es necesario porque no tiene mucho que ver con lo que me pasó pero de todas formas allí estaba el sol mirándome cuando todo sucedió.
Una correntada de aire, forma menos económica de decir viento, se había encaprichado con cerrar la puerta. Dicho proceder estaba por supuesto en contra de mi voluntad y ante cada nuevo empujón, me apuraba yo a restablecer la puerta a su lugar y a volver a lo que leía. La operación se repetía entonces una vez más y así sucesivamente.
Finalmente decidí que la voluntad del hombre es más importante que la de la naturaleza y la de los objetos creados por él. Tomé la sillita infantil y la coloqué como traba para que la puerta no cediera. Sonreí satisfecho y volví a mi lectura, mas no pude concentrarme porque en seguida se me antojó que la puerta estaría enojada por no haber podido cerrarse y que en ese momento estaría discutiendo con la silla por haberse entrometido en su camino.
- Pero yo no tengo la culpa
- Sí que la tenés. Impedís que me cierre
- El hombre me ha puesto aquí
- Pues correte.
- No puedo ni quiero. Si el hombre me ha puesto aquí, aquí me quedaré.
- Chupamedias
- No me insultes. ¿Vos por qué no me corrés de tu camino?
- Porque no puedo
- Bueno, yo tampoco puedo moverme.
Siguió pasando el día y el sol aquel que estaba a mi espalda fue bajando. Entre entradas y salidas a la habitación, en un momento noté al entrar que la puerta estaba cerrada. Intenté abrirla pero la cerradura se había trabado. Empujé con fuerza y logré mi cometido, pero frente al abrupto cede, mi cuerpo siguió de largo y caí tropezándome con aquella silla y rompiéndola sin remedio, obligándome luego a deshacerme de ella para siempre.

2 comentarios:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Perdon por la sinceridad, pero la verdad que no me gusta en lo mas minimo. No entiendo a qué está apuntando el texto. Tiene algún significado medio cohelista?
Quizas se me está escapando algo.

Pablito

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Pablo. Desde ya que está perdonada tu sinceridad. No voy a defender mi texto. Sí te voy a aclarar que no creo que tenga algún significado medio cohelista. Lo escribí recordando un poco el protagonismo que da Felisberto Hernández a los objetos y a un cuento de Lugones en el que habla una escoba y una sandalia. Coincidentemente un día había tenido hace un poco un flash (últimamente tengo muchos de esos, de hecho creo que me estoy volviendo loco, ayudame!!!) parecido al trabar la puerta con la silla. De ahí en más el asunto es ficcional. Es posible que se te estén escapando cosas, pero no creo que esas cosas justifiquen el texto. Tenés razón, podría haber estado mejor logrado. Mi silla lo hubiera escrito mejor.
Creo que no hace falta que firme este comentario, no?