viernes, 28 de marzo de 2008

¡Ver en el texto!

Un adulador y un ciego entraron a un bar
Sentados se decidieron un vino tomar
El adulador quería al otro deleitar
No sé que habrá sido lo que lo indujo a dudar
Al ciego que a lo oído le faltara verdad
Y preguntó al otro “¿Qué creerías de mí
Si mis ojos hoy pudieran ver lo que está aquí?
Quizás permanecería o me iría a arrepentir
Si los gestos de tu cara fuera a percibir
Y basándome en ellos pudiera inferir
Que decís lo que me gusta según tu opinión
Porque vos lo que sos es un adulador”.
El otro cumplió el pedido y firme respondió
Que tratándose de ese caso no habría conexión
Con el tiempo presente en que vivimos hoy
“ese caso te hubiera hecho recorrer
Otro camino del día desde ese ayer
En que tus ojos pudieran por fin ver
En dónde estarías, andá a saber
Quizás lejos, quizás cerca, muerto tal vez
Pero no creo que estuvieras acá
Porque sería distinta esa realidad
Y si pudieras con tus ojos mirar
No elegirías sino otro lugar
Pero como no ves y éste te da igual
Y no leés en mi rostro que voy a decir
Lo que ansiás escuchar según percibí
Es que soportás hablar conmigo, estar aquí”
El ciego conmovido se sintió feliz
Y dijo “vos sí que sabés lo que quiero oír”
Fin: el ciego pidió otro vino y se dejó convencer de despreocuparse por presentes paralelos que ya será imposible recuperar.
Moraleja: cada eventualidad tiene una función, buena o mala en nuestro presente. Cada persona cumple una función con respecto a las demás. Hay una persona que espera esa función y otra que puede darla. La vida consiste en encontrarse mutuamente. Podemos no estar esperando la función que más necesitamos.
Título: Estoy buscando a la persona que cumpla la función de encontrarlo.
Consejos prácticos: Quien se maneja a ciegas, sin pensar en provecho propio o guiado por ideales nobles, acaba encontrando solo mentiras. El presente paralelo irrecuperable no impide desviar un futuro unilineal que no nos convence. Quien tiene lindas cosas adentro puede acostumbrarse a conservarlas en secreto porque el mundo sólo lee superficialidades.
Autor: Un Fernando Carranza que ya no soy y que acaso alguna vez fui.

No hay comentarios: