viernes, 11 de julio de 2008

Alucionación nro.3

Qué tendrá esta cerveza.
Veo la conversación a mi alrededor, oigo los cuerpos que me rodean, huelo los perfumes, los cigarrillos y las transpiraciones con las que muchos se comunican.
Tengo que ir al baño.
Me levanto y al hacerlo no sé si debo decírselo a mis compañeros de mesa o no. ¿Será maleducado irse sin decir nada? ¿y si por el contrario queda desubicado decir “voy al baño”? Después de todo, decir voy al baño es como obligarle al otro a imaginarse lo que uno irá a hacer al baño, aunque es una cosa naturalísima y no tiene importancia. Además, si no aviso, ¿A qué otro lugar estaré yendo? Nadie interpretaría otra cosa a menos que tarde mucho en volver, por lo tanto no es necesario decir que voy al baño.
Antes de empezar a caminar ya había dicho que iba al baño y mis compañeros de mesa habían mirado sin decir nada, cada uno siguiendo con su conversación y vaso respectivos. Un buen ejemplo de lo que me pasa en mi vida cotidiana. Qué importa si total la escritura justifica mi soledad y que nadie me escuche ni me quiera. Qué importa si total un par de botellas más y me tambalearé y seré capaz de hacer cualquier cosa, pudiendo después echarle la culpa al borracho y borrarme del mapa.
Mientras camino veo las luces que se mueven para todos lados. ¿Es acaso tan necesario que se muevan tanto? Además tienen un color blanco como de mesa de operaciones de hospital, y como están muy direccionadas, contrastan con la oscuridad del lugar. Parece que quisieran apuntar a alguien pero no lograran encontrar a la persona indicada. Tampoco lo van a lograr si se mueven tan rápido. Es imposible reconocer a alguien con tanta rapidez. Aunque por supuesto que teniendo la luz una velocidad enorme quizás sí lo logre, a pesar de que a la lentitud humana le parezca imposible. De todas formas evidentemente todavía no lo ha hecho porque se sigue moviendo. Por las dudas mejor caminar rápido, sin importar empujar a quienes están a mi alrededor, porque si la luz me está buscando a mí me fulminará.
Llego al baño y veo el mingitorio. Lo examino un rato, y ante mi duda otro hombre se me acerca y me pregunta.
- ¿Vas a mear o te vas a quedar mirando?
El mingitorio bien podría ser la cabeza de un dragón que está esperando con la boca abierta para que al empezar a orinar la cierre de un golpe y me arranque el miembro. Prefiero dejarle el riesgo a otro y volver a mi mesa. Con los dragones no quiero tener nada que ver. Mejor ir y mearle el árbol a alguien.

1 comentario:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

la verdad me venian gustando las alucinaciones. pero hay un limite entre lo bizarro y lo bajo popular (lo cual emerge sobre todo hacia el final). no esta mal en general pero espero mucho mas de vos

Francisco Ariel Vitali