miércoles, 10 de diciembre de 2008

Momentos

Algunos podrían aseverar que la noche no contiene demasiados matices. Afirman, no sin razón talvez, que la paleta de colores se desvanece cuando la luz de la luna se confunde con los maltrechos faros de las esquinas. Son puntos de vista, nada más que eso. Otros ojos quizás estarían viendo una melodía de colores por esta ventana.
Y yo. Bueno, no lo sé. Sí, como de costumbre. Pero el juego de luces me seduce noche a noche. Hay algo atrayente, hasta sensual en las sombras que desbordan los elementos estáticos. Un fondo impasible. Brisa. Silencio. Un suave movimiento bien podría ser un potencial acecho en este instante. Sé lo que están pensando y es lícito. ¿Porqué hoy, ahora? Incontables reflexiones, placeres, desengaños, angustias, incoherencias, cegueras, deseos, frente a ella, expuesto. Pero nunca más allá del marco. Hasta hoy claro. Y entonces… ¿porqué hoy?
Un convicto vería interminables océanos, universos caóticos tras ella. Otro punto de vista nada más. Un monje vería libertinaje. Es él del otro lado, jugando a ser el Marqués de Sade. Yo bien podría tirar de una simple cuerda y volverla un refugio. Pero también puedo jugar a ser el convicto soñando junto a un retrete inmundamente cagado. A ser el cura, a ser uno de ustedes, a ser simplemente alguien detrás del marco. Pero claro, la condición es soñar. Lo onírico es un don, nunca es algo dado. Entonces puedo atreverme a tener miedo de ese vaivén que el rincón derecho, furtivo entre algunas plantas, me acompaña a cada palabra.
O bien puedo volver a ser otro. Otro yo. Otro punto de vista. Otro marco.
La música. Las luces. Todo no es más que un juego complice entre ella y yo. Y, por supuesto él. El que está allí, tan expuesto como yo. Porque después de todo estoy allí, entre la luz que resplandece pálida en la pared y la que ilumina débilmente el pasto. Tengo menos ropas, a pesar de estar desnudo aquí, tengo menos ropas. Siento la humedad en la carne y ya no soy el convicto ni el cura. Ni yo. Pero la sombra sigue siendo ella. Igual que ella que me espera paciente. Pantalla nada más. Una transfiguración talvez de muchos puntos de vista. Y la sombra meciéndose en la oscuridad de la luz de una estética ininteligible.
Pero nunca respondí a la pregunta. Como de costumbre, claro. Es que quizás nunca estuve acá. Quizás hace demasiado tiempo que traspase el marco.

2 comentarios:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Atravesar el marco de la percepción seducido por los colores y la sensualidad de las sombras…buenísimo
Expuesto frente a ella, expuesto como un cuadro dentro de un marco frente a ella…es interesante, pero ¿Por qué adelantaste así el final con ese “Hasta hoy claro”? Me gustó muchísimo lo que sigue, toda la descripción de lo que verían otros. Es muy bueno. Y jugar a ser otros… uno de los propios otros. Quizás la más intuitiva de todos las formas de escapar. Escapar del marco, del yo que al final por su puesto se desdobla y aparece el otro, la tercera persona. Y entonces la única que permanece intacta es ella, que, sin embargo, no es más que una pantalla, una sombra, una transfiguración de muchos puntos de vista.

Carmen.

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

El marco no siempre y solamente es el límite, algunas veces es el anclaje, el concepto relacional, a partir del cual se puede fijar aquello delante o detrás de nosotros.
Traspasar el marco es quizás la forma de perderse a uno mismo para encontrarse en la conciencia de lo ilusorio de las formas cambiantes del mundo, a las cuales pertenecemos.
Perderse es siempre encontrarse en un lugar que no habiamos previsto, pero que quizás siempre habíamos buscado.
Me gustaron los juegos de sobras y luces, las sensaciones de falta de suelo.

mario