lunes, 15 de septiembre de 2008

La lágrima de algodón

Tan solo era una mirada
No se con exactitud que ocultaba
Así como no lo descubrí en su momento
Así como tampoco se que oculta hoy

Entre puertas de cristal
Lo veo alejarse
Entreverse quizás
En algún efímero momento

Sustracción, envilecimiento sordo
De miradas opacas
Refugio
Notas que fugan de una garganta ya degollada
Entre la oscuridad de mis parpados aun puedo verlo
Asomado cauteloso encima de un muro imaginario

Estrecho manos de consuelo
Que surgen
Que miran
Que imitan
Que abandonan…
Y trepo, tan solo trepo
Escalo algodones oníricos

Pero la caída esta allí
Aún detrás de los cristales
Donde él puede hallarme
Donde yo puedo verlo
Alargando sus delgadas manos
Luchando entre aquellos brazos ennegrecidos
Aspirando encontrar mis dedos

Estrechando entre mis manos
Una cuerda encontrada
Cuyo extremo mis ojos no divisan
Cuyo comienzo aun no he encontrado

2 comentarios:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

me re gusta, tiene como una "musicalidad" que escucho cuando hay naturalidad en la escritura, sobre todo en versos como los últimos, no recuerdo haber leido poesias tuyas, por lo menos este último tiempo.
Pero me gustaria leer mas también, no solo tuyas.
no somos iguales en la poesia, y eso esta bárbaro, no es la misma sensación, aunque sea el mismo autor.
F.V.

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Me gusta mucho. Sobre todo la última parte. No me cabe mucho eso de "escalo algodones oníricos". Me suena a que hoy día se ha reemplazado a los ruiseñores del modernismo por cosas oníricas, como si lo onírico oliera a poesía por sí mismo. No me hago mucha idea tampoco de qué puede ser esa lágrima de algodón, qué imágen está intentando crear. El resto me parece intachable. Veo un guiño a the wall en el muro imaginario. La idea de surgir primero, mirar después, imitar luego y abandonar finalmente me parece brillante. Como una metáfora de la vida.
Alguien que pide ayuda y que cree que uno puede dársela a pesar de que uno no ve ni el final ni el principio de aquella cuerda salvadora. Me parece una imagen terrible, muy bien lograda. Esos dedos que aspiran a tocar los de uno, pero que uno sabe que terminarán cayendo. Recordé, aunque no sé si para bien o para mal, una frase de Charly que dice: "cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada". Ustedes dirán. Me queda la sensación de que el otro tiene fe en que va a salvarse. Quizás acaso si lograra derribar ese muro imaginario, o esas puertas de cristal a través de las que quita contacto al otro con su verdadera esencia y con lo que realmente le pasa podría ser salvado por aquel que en vez de alejarse hacia donde caerá no deja de trepar. Me gustaría escribir algunas cosas más sobre este poema que aun siendo corto da para mucho, pero mejor lo dejo acá.
Fernando