A esa hora de la noche en que las luces se enredan en las pestañas como pelusas, entendí que ibas a besarme, y empezó el silencio.
Me reí y te incomodó que no te dijera porqué. A mi me inquietó tu forma de mirarme con los ojos entreabiertos y la boca rosa y cerrada. Sonreías un poco, pero no sé lo que pensabas.
Nosotros no somos buenos en el silencio. Entre todos los demás, nos buscábamos de lejos, nos sonreíamos; las palabras hacían cosquillas y siempre éramos vos y yo, sólo vos y yo. Y otras veces caminábamos despacio entre las historias, los gatos, las baldosas rotas, los colectivos que a la madrugada brillan siniestramente vacíos, y nos sentíamos tan fuertes e inteligentes. Somos habladores, nos queremos porque sabemos que es un juego, reconocemos las caricias y los empujones en lo que decimos, y también nos acariciamos y nos empujamos y es todo parte del mismo juego.
No somos buenos en el silencio. Tampoco nos gusta decir cosas que nuestros cuerpos no confirman. Ya no me gusta sonreírte a la cara porque temo lo que pensás y no me decís. El juego era decirnos todo, aunque en realidad no lo hiciéramos. Ahora sé qué es lo que no me decís, y vos sabés que es lo que yo no te digo. No, no pretendas que te siga la corriente. Tengo algo trabado en la garganta, como el último mate, tibio triste y lavado. Lo que no me dejás decirte está creciendo, lo ocupa todo. Los silencios eran vacíos, ahora son manchas, cajas entre nosotros. Tu ausencia era sólo no estar acá, ahora significa permanentemente tu rechazo. Si me ves llorar, vas a odiarme, vas a despreciarme para siempre.
Esa noche no te entendía, y te abracé más fuerte, pero los cuerpos son torpes, son ambiguos, y no dan risa. No sabía hacerte cosquillas, y no me gustó que todo se volviera serio. Nosotros sólo sabemos divertirnos con palabras. Me gustaría besarte sin imaginarme lo que estás pensando, me gustaría que abrazarte diera menos miedo. Sos infinitamente cruel, y desde acá huelo tu cuello y tu pelo pero no puedo sonreírte a la cara, porque es toda rechazo, rechazo rosa y cerrado.
3 comentarios:
Al fin. Felicitaciones. Me pareció muy bueno. Dos personas que se llevan bien en el fluir de la conversación, pero claro, hay escenas que necesitan silencio para que se produzcan y ahí, esa coincidencia en vez de ayudar entorpece el momento, porque ninguno de los dos es bueno callando. Ahora bien, ese decirse todo que los caracterizaba, era en realidad sólo un juego donde en realidad no se decían nada, porque para decir no basta con hablar, y hay una confesión que no necesita palabras; necesita una mirada. Esta mirada no se soporta a sí misma, se siente desnuda. Ríe pero la risa no es contagiosa. Intenta hacer reír pero no sabe hacer cosquillas en el otro. Curiosamente ambos saben lo que no se dicen, y en ese no decirse radica el rechazo, porque si ambos saben algo que no se dicen es porque la respuesta es negativa. Hay una naturalidad corporal que falta y que vuelve imposible la escena. Creo que está muy bien trabajado. Seguí así. A ver para cuando se animan los demás que todavía no publicaron nada.
F.C.
Muy lindo la verdad , me emocionó, me enganche mucho con la historia, nada más en el 2do párrafo me pareció que daba un poco de vueltas, pero es muy admirable lo que se escribió,
besos.
Josefina
Me parece muy bueno, como la realidad nos hace ver que todo es relativo, y a veces nuestro mejor juego se muere en manos de otro o de algo que cambia las reglas dejándonos desnudos en una tormenta que no se sabe ni cuando ni como ni donde termina.
F.V.
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