¿No sentiste alguna vez que..? No, seguramente no lo sentiste. Es difícil explicarlo. Creo haber hecho todo bien. Pero hay veces que me doy cuenta que me falta cierta experiencia en ciertas cosas. Cuando se habla me quedo callado porque no sé cómo seguir el hilo de la conversación y entonces no sé, ya me olvidé. Te miro y quisiera no necesitar hacer otra cosa. No quiero pensar palabras, frases, oraciones, temas, divagues espontáneos o respuestas pautadas. Simplemente quisiera que no fuera incómodo el silencio. ¿No te diste cuenta cómo te miro? Seguramente te diste cuenta. Ese silencio que se arma tengo miedo se transforme en un índice de aburrimiento. Ojala no necesitáramos siempre las palabras. Ojala algún día podamos condensar todo en otro tipo de cosas. No seríamos ni los primeros ni los últimos. Me dejarías pasar y la pasaríamos bien. Hay tantos alrededor que lo hacen. Tantas veces seguramente lo habrás hecho con otros. Pero indudablemente conmigo siempre es distinto. No sólo para vos. No sos lo primero que pasa, sólo es que estás acá y me mirás como diciendo qué tipo aburrido y yo, yo no sé muy bien qué hacer. O quizás sabría que hacer pero no sabría que opinarías al respecto. O quizás lo sabría pero no me animaría a hacerlo de todas formas. ¿No sentís a veces esa vibración? No, seguramente no la sentiste. Esos artefactos de metal que vibran cuando se escucha un sonido en una determinada tonalidad. Si tuvieras una guitarra y empezaras a tocar nota por nota, seguro que vibraría sólo en dos o tres notas y en el resto no. Bueno, es seguro ya que mi voz no debe de estar afinada entre esas dos o tres. Esto debe parecerte una boludez. Ciertamente que lo debe ser, perdón. Es sólo esa necesidad de llenar el vacío. Si al menos tuviera algo interesante que decir, pero seguramente aún así no resultaría interesante la forma de expresarlo. Y si llegara a serlo, seguramente encontrarías más divertido observar esa araña que cuelga del techo, o esa aguja que no para de girar y que me pide con su tic tac acusador que me vaya. Perdoname que lo intente. No volverá a ocurrir nunca. Nunca.
Nervioso, desanimado por el rostro confuso de quien mira sin corresponder, el muchacho dio media vuelta y se alejó de la puerta para sentarse con ojos al rojo vivo en la vereda, aquel único lugar que siempre lo recibía con los brazos abiertos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Esta vez no me voy a detener en frases o palabras o parrafos. La verdad me gustó mucho en su totalidad. Sobre todo teniendo en cuenta que completa el anterior texto con un significado muy interesante.
Claro que sería mucho mejor si no hicieran falta siempre las palabras. Pero está ese momento en el cual uno está en la reja, ni adentro ni afuera, y la incomodidad proviene de esa falta de confianza que hace a las palabras necesarias ante un silencio que puede ser perturbador.
Ahora bien, para quien es perturbador. Acaso estamos seguros de que el otro se encuentra incomodo con él. El problema es que tenemos miedo, de un alejamiento por parte del otro quizas. Y es por eso que hablamos, aunque seamos aburridos o monotonos, no buscamos comunicar sino hacer cosas con palabras. Deseamos retener porque aún no lo tenemos. Si asi fuera el silencio nos bastaría.
Pero existe un miedo al rechazo que implica la utilizacion de recursos evasivos. El ser directo, el entrar sin pedir permiso podría conducirnos a un silencio de naturaleza diferente. Un silencio del cual ya no se puede salir.
Está muy bueno fer
"Nadie se animó a decir una verdad. Siempre el miedo fue tonto" dice Carlitos. No se si asi pero por ahi anda.
Pablito
Publicar un comentario